En Defensa Propia 1:
Vengo de una familia cubana. Y todos huyeron de Cuba en momentos distintos. Unos salieron en barco a principios de la revolución, con apenas una muda de ropa. Otros salieron en el tristemente histórico Mariel, después de años sin poder mudar de ropa. Y otros salieron en balsa con la fe puesta en llegar a tierra firme.
Sus historias y su nostalgia fueron parte de mi vida desde que nací. Los vi brindar todos los fin de año por una Cuba Libre y los vi llorar cantando Benny Moré. Sé cómo es Varadero, aunque nunca haya ido. Mi abuelo tocaba el clarinete en Tropicana y lo sé por sus fotos, como sacadas de una película.
Todos huyeron de Fidel Castro y dejaron todo para ser libres.
Después de tantos años, muchos aún mantienen la esperanza de volver algún día.
NO SOY NI SERÉ COMUNISTA. Ni en esta ni en las próximas vidas.
En Defensa Propia 2:
En 1999, Luis Chataing y yo le dábamos palo al “gobierno” de Chávez en la televisión en un programa a las once y media de la noche llamado “Ni Tan Tarde”.
Y siempre le dimos la cara al “gobierno”, mientras muchos otros aplaudían o guardaban silencio.
No me importaba: aquello era decisión de cada quien y jamás esperé que nadie actuara como yo.
Esa posición nos costó nuestros trabajos. Nos botaron, nos cerraron puertas, nos señalaron, nos persiguieron y nos amenazaron.
Unos nos llamaban valientes y la mayoría nos llamaban locos.
Varios nos recomendaban que bajáramos un poco el tono, que tratáramos de llevar el humor hacia otro lado. Seguimos. No había otra opción. Desde la radio hasta El Helicoide denuncié los abusos de poder. Nunca dudé en alzar mi voz contra Hugo Chávez. NUNCA. (Busquen, que hay archivo).
Salí escupida del país, pero antes acompañé a mi ex a inscribirse en el CNE como candidato contra Hugo Chávez en las elecciones del año 2012. A los meses me fui, buscando libertad.
En mi historia se repetía la historia de mi familia. Y ya todos ellos se habían ido de Venezuela. Era comprensible: venían del futuro.
En el año 2016 regresé a Venezuela para presentar mi stand-up comedy show. Y me anularon el pasaporte entrando al país. “Estos tipos no olvidan”, pensé. Me mandaron a decir que no hiciera ningún escándalo, porque sino me quedaba sin pasaporte. Fueron cinco días de presentaciones en diferentes ciudades, donde viví entre la emoción del reencuentro con el público y la angustia de pensar en mi hijo y no poder salir del país. Me dieron mi pasaporte, al parecer por buena conducta, me fui y no paré de llorar en el avión.
Entendí el mensaje. Desde ese día no he vuelto.
No le debo nada a la revolución bolivariana. Ni siquiera el cupo de CADIVI. Chavista ni fui, ni soy, ni seré.
En Defensa Propia 3:
Entiendo el dolor que puede generar escucharme decir que Donald Trump es como Hugo Chávez, porque créanme: a mí también me entra un fresquito cuando le pone precio a la cabeza de Nicolás Maduro y sanciona a los terroristas que hoy gobiernan a Venezuela.
Sin embargo, no puedo hacerme la ciega en otros aspectos y acciones de Trump con destellos de caudillo totalitario. Me preocupa su incapacidad de respetar las reglas en un debate, su grupo armado puesto en “stand by” en espera de los resultados de unas elecciones que desde ya no pretenden reconocer, su intención de ir por un tercer período, sus ataques al sistema de votación, entre otras cosas.
(Para más similitudes dale a este LINK)
Todo lo anterior me suena conocido.
Y si a algún venezolano, esto no le hace ruido es porque quizás está recordando a conveniencia.
Rechazo esas acciones porque sé en qué puede terminar un gobierno que abuse de su poder y, al menos en este contexto, no considero que la otra opción sea una amenaza global.
Ahora, yo no veo la vida en blanco y negro. Ni divido el mundo en sólo dos bandos, aunque durante todos estos años muchos han insistido en enseñarnos cómo hacerlo.
Eso de ver y tratar como basura a quien no piensa como tú es justo contra lo que tenemos que luchar.
El autoritarismo que se vive en Venezuela ha sido tan brutal que olvidamos respetarnos. Me asusta pensar cuántas otras cosas más se nos habrán olvidado. Cuántos recuerdos de la democracia nos habrán borrado durante más de un cuarto de siglo del avance violento de la “revolución”.
Todos hemos cambiado, quienes están dentro y quienes estamos fuera del país.
No dejemos que nos gane la amnesia.
Alguna vez fuimos capaces de convivir sin maltratarnos, sin ofendernos y mucho menos amenazarnos con agredirnos físicamente por pensar distinto.
No creo en salvadores ni en héroes, los políticos son de carne y hueso, se equivocan igual que nosotros, no tienen súperpoderes.
No soy fan de ninguno, pero sí de la libertad y de la democracia.
Y lucharé por tenerla y ejercerla, sea quien sea el presidente, sea quien sea el que mande, esté donde quiera que esté.
Lamento que mi opinión haya generado en algunos más dolor del que ya todos traemos desde tan lejos.
Nunca ha sido mi intención herir a nadie.
Ya hemos perdido suficiente, como para seguir perdiendo relaciones y valores tan importantes como la amistad y el respeto hacia el otro.
Me queda el alma mallugada por tanta violencia.
Razón tenía un amigo al decirme que hoy en día cuando se habla de política nadie gana.
Gracias a los amigos, que me llenaron el corazón con sus mensajes.
No tengo la menor duda de que coincido con los sueños de la mayoría de quienes me han insultado, incluyendo a aquellos que responden a la manipulación de mis palabras, porque en el fondo todos queremos lo mismo: la libertad para Venezuela.
Unos tienen el derecho de creer que la conseguirán por un lado y otros tenemos el derecho de creer que lo haremos por otro.
Dentro de nuestras diferencias, queremos el mismo resultado.
Escucho, respeto y aprendo en defensa propia.
Erika de la Vega